[Columna del sábado en Asturias24 (www.asturias24.es)]
Los cinco partidos que sobrevuelan
las instituciones asturianas acaban de desencontrarse sonororamente en la Junta
del Principado (PSOE, IU y UPyD) y en el ayuntamiento de Gijón (Foro y PP); y
de encontrarse sonoramente en el ayuntamiento de Oviedo (PP e IU) y con sordina
en la Junta (UPyD llamó a la puerta de las derechas con sonrisa de vendedor de
editorial Planeta). Un buen momento para recordarnos otra vez cómo están las
cosas y hacia dónde apuntan.
La izquierda política en Asturias
pide el voto a los votantes de izquierda con los mismos argumentos con que los
pide en el resto del Estado, que son básicamente un recordatorio de su
situación geopolítica. Quizá convenga un poco de vocabulario antes de seguir.
Llamo izquierda política al PSOE y a IU. Aunque haya controversia al respecto,
incluyo al PSOE porque el PSOE dice ser de izquierdas y porque la mayor parte
de los votos de izquierdas van para él; es decir, porque dice ser de izquierdas
y el electorado lo consume como fuerza de izquierda. Como digo, es una cuestión
de vocabulario, no una manera de calificar las políticas concretas que haga.
Digo, entonces, que PSOE e IU reclaman el voto por su situación geográfica en
el territorio ideológico.
El PSOE dice o susurra a la
izquierda que es la única fuerza de izquierdas que puede llegar al poder o, en
negativo, la única que puede impedir que gobierne la derecha. Esto es verdad y
es verdad también que es un argumento para que la izquierda lo vote, porque,
aunque tomando el café con nata con los amigos el progrerío finja displicencia
con el resultado de las elecciones, la izquierda prefiere que gobierne el PSOE
que el PP o, en negativo, prefiere estar contra el PSOE que contra el PP. La
debilidad de este argumento es que todo esto es verdad siempre: siempre va a
ser el PSOE el que puede ganar al PP y siempre será verdad que para la
izquierda mejor será el primero que el segundo. Por lo tanto, parece que la
izquierda tiene que votar al PSOE como mal menor siempre, haga lo que haga, por
su situación geopolítica, por ser vos quien sois. Sin embargo, parece saludable
que una parte sustancial del impulso del voto proceda de los hechos, de lo que
sucede; el voto tiene que ser una sanción de políticas y conductas. Y este es
un buen momento, porque España está hundida por una deuda tan grande como lo
que es capaz de producir en un año. El PSOE tendrá que explicar cuáles de las corruptelas
y malas prácticas políticas que hundieron al país está dejando de hacer últimamente
o cuáles se propone dejar de hacer. En este último caso, tendrán que decir de
qué se arrepienten, de qué es culpable quién. Es decir, para que, además de ser
preferible al PP, se perciba propósito de enmienda, tendrá que ser creíble su
dolor de los pecados y eso no se podrá hacer sin soltar lastre e incluso sin
señalar. La cosa no consiste en hacer autocríticas ni en pedir perdón como los
Papas. Consiste en tratar como ajenos, con la frialdad y conflictividad
potencial que eso pueda traer consigo, cuantos episodios e individuos lo alejen
de lo que más anhela el electorado ahora mismo: la inocencia. El PSOE nunca
gana las elecciones sin una movilización sustancial del voto de izquierdas y su
pasado y el estado del país producen en la izquierda el empacho y revoltura de
un banquete de bodas.
Con IU el arranque de la cuestión
es parecido. Ellos están a la izquierda del PSOE y es el único partido con
presencia parlamentaria cuyo izquierdismo no culebrea o se desvanece con el
primer soplo de aire. Con ellos en el parlamento siempre serán audibles y
visibles ciertas referencias que la izquierda quiere oír y ver. Por esto
reclaman su papel y recuerdan a la izquierda la necesidad de que ellos estén
ahí, para que no acabe quedando más izquierda que la que dice que bajar los
impuestos es de izquierdas o la que ve la agenda de Zapatero llena de sucesos
planetarios. Pero de nuevo esto es verdad siempre. Como el PSOE, IU reclama el
apoyo de la izquierda por su situación geopolítica: están dentro del parlamento
y a la izquierda del PSOE. Con tal argumento habría que votarlos siempre, pase
lo que pase, simplemente por su ubicación. Sin embargo, IU tiene que entender
que el voto útil no es necesariamente el voto al poder. El voto útil es el que
sirve para algo y tienen que explicar para qué sirve el suyo y enfrentarse
inteligentemente a la evidencia injusta pero real de que para la izquierda
siempre hay una buena razón para votar al PSOE. Lo que IU representa y lo que aspira
a ser ahora mismo es un magma en el que la propia IU flota y se mece con poca
iniciativa y poco control y donde tiene que hacer un esfuerzo de navegación. El
15M se hizo visible algo con lo que IU se identifica, pero que no es IU ni se
siente representado en IU y que sin embargo necesitará antes o después a IU si
quiere llegar a alguna parte. La iniciativa Podemos
recoge no se sabe aún si los restos, el aroma o el crisol de todo aquello que
estalló el 15M. Izquierda Unida, como en tiempos del referéndum de la OTAN,
puede ser el molde en el que esa indignación y esos propósitos tomen forma política
y presencia institucional. Pero no basta con que apoye al 15M, a los
desahuciados, a los vecinos de Gamonal y a todo lo que se tercie y decir a todo
que es justo lo que ellos venían diciendo, como si realmente lo vinieran
diciendo y fueran los demás los que ahora se cayeran de la burra. Como digo,
ellos flotan sin timón ni inciativa sobre todo estos movimientos y tendrán que
cambiar maneras para ser parte de ellos y aportar lo que no tienen estas
plataformas espontáneas: forma, estructura, votos. Que no olviden lo fácilmente
que la socialdemocracia alemana en los ochenta asimiló los nuevos ingredientes
y los aires distintos que trajeron a la política los verdes. La frescura de unas
primarias en el PSOE abiertas a todo el mundo y un relevo afortunado en su
liderazgo pueden dar lugar a un episodio similar de permeabilidad a esos
movimientos en un proceso que dejaría a IU, no en la izquierda, sino en el
pasado. No es que espere nada del PSOE, pero en una situación desesperada, y en
situación desesperada están, todo puede ser.
La derecha es ahora mismo un
problema sin solución para la estabilidad de Asturias. La debilidad y
desorientación del PSOE hacen perfectamente posible una mayoría conservadora en
cualquier ámbito. El problema es que el entendimiento entre Foro y PP es
imposible o efímero. No se trata ya de las evidentes incompatibilidades
personales, que tardarían mucho tiempo en dejar de ser un problema, como pasó
en su día en el País Vasco con el PNV y su escisión de Eusko Alkartasuna. Es
que la prioridad política de cada uno es la desaparición del otro. El PP no
quiere dos derechas. Es de sentido común. El Foro quiere ser lo que fue mucho
tiempo en Navarra UPN, el único partido conservador de Asturias, que se aliaría
en la política nacional con el PP a cambio de que el PP no presente candidatura
aquí; es decir, a cambio de la desaparición del PP asturiano. En cualquier
gobierno conjunto estaría cada uno pendiente sobre todo de qué tal va la
desaparición del otro y no es esperable que sean capaces de formar alianzas
estables. El problema es que una posibilidad muy real es que no haya otra
alianza mayoritaria en Asturias que la conservadora.
Por su parte UPyD no sacó buen
provecho de su primera oportunidad de pintar algo en alguna parte. La espantada
de su único y superasesorado diputado, seguida del ofrecimiento de su voto para
una moción de censura, pareció un berrinche desnortado que no vaticina nada
bueno del trozo de normalidad política que pueda depender de los magentas. Rosa
Díez proclamó efusivamente que su partido no es de derechas ni de izquierdas,
que es progresista. Me hizo recordar a un profesor universitario que decía, en
unas elecciones a Rector, que él estaba siempre con los progresistas, fueran
del signo que fueran. Nos reímos los contertulios porque de aquella era
evidente que eso era una broma. Seguramente Rosa Díez cree que al decir que no
tiene ideología está transmitiendo que no tiene rigideces ni prejuicios. Haría
bien en entender que normalmente la ausencia de ideología es ausencia de
principios y que la falta de principios acaba muchas veces en falta de
escrúpulos.
Este periódico relacionó, creo que
con razón, la ruptura del PP y el Foro en Gijón con las encuestas electorales y
los cálculos correspondientes. El bienestar de la ciudad no ocupó ningún lugar
en esa decisión del PP. De hecho, cuando este partido empleó sus votos para
poner en la alcaldía a la segunda fuerza de la ciudad no creo que tuviera ningún
plan ni proyecto para Gijón, sino sólo la idea fija de sacar al PSOE del mando.
En el Principado la indolencia del Gobierno para mantener un pacto de
legislatura tiene sin duda algo que ver con el cálculo de quién se desgasta
más, a pesar de que por definición es el Gobierno quien tiene más que nadie la
obligación de hacer gobernable la región. Y la actitud de IU y UPyD de romper
por la ley electoral huele también a aritmética de votos y escaños. Es pronto
para interpretar el entendimiento de IU y PP en Oviedo y saber si son restos de
algo, inicios de algo o una cana al aire.
En todo caso no se percibe en tanto
encuentro y desencuentro más que el hormigueo interno de los partidos, sin
referencia alguna a la gravedad el momento y sin una mínima señal de actitud de
servicio. En un momento límite en que están saliendo en desbandada las empresas
de Asturias, con aires de deslocalización otras y en trance de cierre o
reducción otras muchas, el ensimismamiento de los partidos asturianos es
enfermizo y sencillamente incurable. Como un seguro de coches que nos deje en
la estacada cuando tenemos un accidente, es lógico que nos preguntemos cada día
para qué sirven y para qué los estamos manteniendo. Si nada lo remedia, al día
siguiente de las próximas elecciones muchos nos diremos aquella variante de la
frase hecha: así son las cosas, unas veces se gana, otras veces se pierde, se
pierde, se pierde, se sigue perdiendo …
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