viernes, 10 de enero de 2014

Lecciones de historia y otras audacias


[Columna del sábado en Asturias24 (www.asturias24.es)]
En 2013 pasaron tantas cosas que se nos agolpan las palabras en la boca como una pasta pegajosa y apenas consiguen salir sin atropello. Tanto saqueo, tanta impunidad y tanta desvergüenza le dejan a uno la saliva como si después de estar a pleno sol sin beber se comiera un polvorón. Según avanzaba diciembre, parecía que se acababa el año y que al menos dejaríamos de hablar de él, cuando a dos días del final, casi en el tiempo de descuento, Esperanza Aguirre publicó en el ABC  “una lección de historia”. Por su nivel de redacción, como de domingo por la tarde, por su nadería argumental y por su vaciedad y aturdimiento, el texto es inofensivo, casi indefenso. El artículo habla de la Primera Guerra Mundial, aprovechando su próximo aniversario. Los datos que da sobre tal suceso son que hubo un asesinato en Sarajevo y que fue una guerra “tremenda”, que hubo muchos cadáveres, que fue una “escalada insensata” y que allí “dejaron sus vidas millones de jóvenes”. El artículo recuerda a Woody Allen, cuando aplicó un método de lectura rápida a Guerra y paz y todo lo que entendió fue que algo pasaba con unos rusos.
Esperanza Aguirre se pregunta cómo llegaron a eso las naciones más avanzadas del planeta, que además compartían valores y religión. La pobre. Como si antes de la Gran Guerra hubieran hecho otra cosa que guerras esas naciones tan cristianas. Ella no quiere “sentar cátedra”, pero la sienta y vuelca todo su peso intelectual en el porqué de aquella guerra tan tremenda. La causa de la Gran Guerra fue el nacionalismo, que predicaba el odio a los vecinos, y la complicidad de los socialistas y sindicatos obreristas, que por tibieza no estuvieron a la altura de las circunstancias: toda una lección de la que deberíamos aprender hoy (no estoy sintetizando; dice pocas más palabras que estas; una lección). Así ve Esperanza Aguirre los codazos políticos en los que se faja: como un reflejo de los entresijos de la historia de Europa.
Sería un verdadero guateque entrar a debatir la sarta de ñoñerías de magazine y extravagancias de su disertación. Sería una juerga recordar cuántas guerras, odio y persecuciones se sembraron en el nombre del Dios católico y cómo de larga es la tradición bélica de esos países tan civilizados. Si hubiera de sacarse alguna enseñanza, antes nos cuidaríamos de la Iglesia que de los nacionalistas. Pero debatir este texto sería darle un rango que no tiene y además da pereza.
Lo que merece atención, por lo que tiene de descriptivo de nuestro pequeño mundo, es el hecho mismo de que lo haya escrito y de que el ABC lo haya publicado como lección de historia. Es el atrevimiento lo que nos dice algo de lo que está pasando. Ya vimos con sonrojo muestras de tal audacia cuando Aznar se atrevió a dar aquellas delirantes clases monólogo en la universidad de Georgetown (pagadas indirectamente con nuestros dineros, cuando vivíamos por encima de nuestras posibilidades). Cómo olvidar cuando decía, tras asentarse las gafas con gesto lento y profesoral, más o menos que España lleva luchando contra Al Qaeda, o contra los “moros” que es lo mismo, desde el siglo VIII (España no existía todavía, pero supongo que ya se presentía, que su unidad de destino en lo universal ya latía en los astros).
Su mujer, Ana Botella, dijo un día que ella también quería ser política y conocer gente, ir a reuniones y todo eso ¿Cuántos de nosotros aceptaríamos ser alcaldes si nos lo ofrecieran? Seguramente pocos, porque la mayoría pensamos que nos viene un poco ancho el cargo. Pero ella, audaz como su marido y como Esperanza Aguirre, ahí está de alcaldesa y hablando en inglés. Hasta constituyeron una empresa para explotar los derechos de propiedad intelectual. A saber lo que realmente explotan, pero que Aznar y señora se manifiesten públicamente como intelectuales es parte de este atrevimiento cada vez más desvergonzado.
Esperanza Aguirre dándonos lecciones de historia tiene un aire a la amante del mafioso  Nick Valenti, de Balas sobre Broadway, que quería protagonizar con toda su inutilidad una obra teatral financiada por su querido y desparramaba por el escenario su torpeza con el descaro de una señorona que estuviera en su salón privado. Aznar tenía también algo de novia de gánster hablando de la historia de España en Georgetown y haciendo crujir como vidrio molido los oídos y la inteligencia. Para qué hablar de Ana Botella cuando se le antojó una alcaldía.
Este tipo de atrevimiento, y es a lo que venía todo esto, tiene dos nutrientes: la ignorancia y el autoritarismo. La ignorancia, más que la justicia, es ciega, sobre todo al talento. El ignorante no percibe el conocimiento y buen juicio cuando lo tiene delante y así, como no tiene con qué contrastar su cortedad, no tiene el freno que da la prudencia. La epidemia de ignorantes osados, extravertidos y ruidosos que inundó los canales de televisión y los medios va empapando la representación y gestión pública. En un país donde la gente cada vez está más formada (se diga lo que se diga), los cargos públicos y los políticos en general tienen cada vez peor nivel y peor gusto. El terreno está abonado para que Esperanza Aguirre no vea trabas para perorar sobre historia, Aznar pueda hablar de regeneracionismo patrio mordiendo la patilla de las gafas y Ana Botella quiera representarnos en la lengua de Shakespeare.
El autoritarismo, la otra pata del atrevimiento, hace sentir al autoritario que todo lo que administra es su finca particular. Todos nos movemos con especial soltura y espontaneidad en nuestra casa, donde entra y sale quien queremos nosotros y se bebe lo que nosotros ofrezcamos. La amante del gánster puede cantar sin talento y representar sin pudor porque el tinglado es suyo y no cuenta su aptitud, sino su voluntad. Los mandarines del PP dieron estos años atrás muestras sobradas de convencimiento de que su ayuntamiento, su comunidad autónoma, los hospitales que administra o la Caja que les haya tocado son su finca y que podían hacer y deshacer, tomar y dejar, como en su propia casa.
Lo que evidencia Esperanza Aguirre atreviéndose a sacar lecciones de la historia y endilgárnoslas es esa placidez y distensión de quien está en su finca, de quien cree que es el amo del tinglado. Cuanto más autoritarios, más en su casa se sienten y más audacias nos obsequiarán. Si ganasen una segunda legislatura, quizá Cospedal grabe un disco y Gallardón publique unos poemas. Todo estará al alcance de su impudicia. Porque, además, la ignorancia y tosquedad trepa por los palacios como el musgo en las ruinas.

[Invoqué la película de Woody Allen Balas sobre Broadway, y en ella (spoiler) al final el único personaje que realmente entiende de teatro mata a la amante del gánster porque no soporta su mediocridad. Antes de que la nueva ley de seguridad catalogue como una incitación a la violencia esta humilde comparación de Aguirre con el infortunado personaje, aclararé que en esta columna se le desea una larga y próspera vida a Esperanza Aguirre y se hace votos por que busque y encuentre un trabajo de verdad.]

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