[Columna del sábado en Asturias24 (www.asturias24.es)]
En 2013 pasaron tantas cosas que se nos
agolpan las palabras en la boca como una pasta pegajosa y apenas consiguen
salir sin atropello. Tanto saqueo, tanta impunidad y tanta desvergüenza le
dejan a uno la saliva como si después de estar a pleno sol sin beber se comiera
un polvorón. Según avanzaba diciembre, parecía que se acababa el año y que al
menos dejaríamos de hablar de él, cuando a dos días del final, casi en el
tiempo de descuento, Esperanza Aguirre publicó en el ABC “una
lección de historia”. Por su nivel de redacción, como de domingo por la tarde,
por su nadería argumental y por su vaciedad y aturdimiento, el texto es
inofensivo, casi indefenso. El artículo habla de la Primera Guerra Mundial,
aprovechando su próximo aniversario. Los datos que da sobre tal suceso son que
hubo un asesinato en Sarajevo y que fue una guerra “tremenda”, que hubo muchos
cadáveres, que fue una “escalada insensata” y que allí “dejaron sus vidas millones
de jóvenes”. El artículo recuerda a Woody Allen, cuando aplicó un método de
lectura rápida a Guerra y paz y todo lo que entendió fue que algo pasaba
con unos rusos.
Esperanza Aguirre se pregunta cómo llegaron
a eso las naciones más avanzadas del planeta, que además compartían valores y
religión. La pobre. Como si antes de la Gran Guerra hubieran hecho otra cosa
que guerras esas naciones tan cristianas. Ella no quiere “sentar cátedra”, pero
la sienta y vuelca todo su peso intelectual en el porqué de aquella guerra tan
tremenda. La causa de la Gran Guerra fue el nacionalismo, que predicaba el odio
a los vecinos, y la complicidad de los socialistas y sindicatos obreristas, que
por tibieza no estuvieron a la altura de las circunstancias: toda una lección
de la que deberíamos aprender hoy (no estoy sintetizando; dice pocas más
palabras que estas; una lección). Así ve Esperanza Aguirre los codazos
políticos en los que se faja: como un reflejo de los entresijos de la historia
de Europa.
Sería un verdadero guateque entrar a
debatir la sarta de ñoñerías de magazine y extravagancias de su disertación.
Sería una juerga recordar cuántas guerras, odio y persecuciones se sembraron en
el nombre del Dios católico y cómo de larga es la tradición bélica de esos
países tan civilizados. Si hubiera de sacarse alguna enseñanza, antes nos
cuidaríamos de la Iglesia que de los nacionalistas. Pero debatir este texto
sería darle un rango que no tiene y además da pereza.
Lo que merece atención, por lo que tiene de
descriptivo de nuestro pequeño mundo, es el hecho mismo de que lo haya escrito
y de que el ABC lo haya publicado como lección de historia. Es el
atrevimiento lo que nos dice algo de lo que está pasando. Ya vimos con sonrojo
muestras de tal audacia cuando Aznar se atrevió a dar aquellas delirantes
clases monólogo en la universidad de Georgetown (pagadas indirectamente con
nuestros dineros, cuando vivíamos por encima de nuestras posibilidades). Cómo
olvidar cuando decía, tras asentarse las gafas con gesto lento y profesoral,
más o menos que España lleva luchando contra Al Qaeda, o contra los “moros” que
es lo mismo, desde el siglo VIII (España no existía todavía, pero supongo que
ya se presentía, que su unidad de destino en lo universal ya latía en los astros).
Su mujer, Ana Botella, dijo un día que ella
también quería ser política y conocer gente, ir a reuniones y todo eso ¿Cuántos
de nosotros aceptaríamos ser alcaldes si nos lo ofrecieran? Seguramente pocos,
porque la mayoría pensamos que nos viene un poco ancho el cargo. Pero ella,
audaz como su marido y como Esperanza Aguirre, ahí está de alcaldesa y hablando
en inglés. Hasta constituyeron una empresa para explotar los derechos de
propiedad intelectual. A saber lo que realmente explotan, pero que Aznar y señora
se manifiesten públicamente como intelectuales es parte de este atrevimiento
cada vez más desvergonzado.
Esperanza Aguirre dándonos lecciones de
historia tiene un aire a la amante del mafioso Nick Valenti, de Balas
sobre Broadway, que quería protagonizar con toda su inutilidad una obra
teatral financiada por su querido y desparramaba por el escenario su torpeza
con el descaro de una señorona que estuviera en su salón privado. Aznar tenía
también algo de novia de gánster hablando de la historia de España en
Georgetown y haciendo crujir como vidrio molido los oídos y la inteligencia.
Para qué hablar de Ana Botella cuando se le antojó una alcaldía.
Este tipo de atrevimiento, y es a lo que
venía todo esto, tiene dos nutrientes: la ignorancia y el autoritarismo. La
ignorancia, más que la justicia, es ciega, sobre todo al talento. El ignorante
no percibe el conocimiento y buen juicio cuando lo tiene delante y así, como no
tiene con qué contrastar su cortedad, no tiene el freno que da la prudencia. La
epidemia de ignorantes osados, extravertidos y ruidosos que inundó los canales
de televisión y los medios va empapando la representación y gestión pública. En
un país donde la gente cada vez está más formada (se diga lo que se diga), los
cargos públicos y los políticos en general tienen cada vez peor nivel y peor
gusto. El terreno está abonado para que Esperanza Aguirre no vea trabas para
perorar sobre historia, Aznar pueda hablar de regeneracionismo patrio mordiendo
la patilla de las gafas y Ana Botella quiera representarnos en la lengua de
Shakespeare.
El autoritarismo, la otra pata del
atrevimiento, hace sentir al autoritario que todo lo que administra es su finca
particular. Todos nos movemos con especial soltura y espontaneidad en nuestra
casa, donde entra y sale quien queremos nosotros y se bebe lo que nosotros
ofrezcamos. La amante del gánster puede cantar sin talento y representar sin
pudor porque el tinglado es suyo y no cuenta su aptitud, sino su voluntad. Los
mandarines del PP dieron estos años atrás muestras sobradas de convencimiento
de que su ayuntamiento, su comunidad autónoma, los hospitales que administra o
la Caja que les haya tocado son su finca y que podían hacer y deshacer, tomar y
dejar, como en su propia casa.
Lo que evidencia Esperanza Aguirre
atreviéndose a sacar lecciones de la historia y endilgárnoslas es esa placidez
y distensión de quien está en su finca, de quien cree que es el amo del
tinglado. Cuanto más autoritarios, más en su casa se sienten y más audacias nos
obsequiarán. Si ganasen una segunda legislatura, quizá Cospedal grabe un disco
y Gallardón publique unos poemas. Todo estará al alcance de su impudicia.
Porque, además, la ignorancia y tosquedad trepa por los palacios como el musgo
en las ruinas.
[Invoqué la película de Woody Allen Balas
sobre Broadway, y en ella (spoiler) al final el único personaje que
realmente entiende de teatro mata a la amante del gánster porque no soporta su
mediocridad. Antes de que la nueva ley de seguridad catalogue como una
incitación a la violencia esta humilde comparación de Aguirre con el
infortunado personaje, aclararé que en esta columna se le desea una larga y
próspera vida a Esperanza Aguirre y se hace votos por que busque y encuentre un
trabajo de verdad.]
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