En la preadolescencia, cuando el
mundo era pequeño y el tiempo infinito, recuerdo haber jugado algunas veces al
burro, porque era un juego de cartas donde podíamos jugar más de cuatro. En ese
juego, cuando alguien conseguía la jugada ganadora, tenía que gritar “burro” y
poner la mano sobre la mesa. Los demás tenían que poner rápidamente su mano
sobre la del primero, de manera que se formaba una columna de manos. El último
en ponerla, la mano más alta de la columna, perdía. A mí me divertía hacer una
trampa sutil. Cuando alguien gritaba “burro” y todos se abalanzaban a poner su
mano de manera convulsa y casi brutal, yo a veces simplemente no hacía nada.
Todo el mundo fijaba su atención en la última mano, sin reparar en que alguien
no la había puesto, y yo sin más me sumaba al coro de burlas al perdedor
con total impunidad. No hacer nada, no llamar la atención, era una jugada
ganadora.
Y es que leo que hay voces de aquí
y de allá en el PSOE que tientan a Javier Fernández para que se presente a las
primarias. Hay miradas amables que lo ven como un rival solvente de Rajoy y
como un posible Presidente de Gobierno. A mí no me parece ni bien ni mal, pero
así están las cosas. Como Presidente de Asturias, parece ido y políticamente
afónico. Ni con multinacionales rapaces, que levantan el vuelo con el botín sin
darle los buenos días; ni con ministros gandules, que recortan hasta la
pista de aterrizaje de Ranón y decretan la exclusión de Asturias de la alta
velocidad con indolencia sin dejar de remover el café con la cucharilla; ni con
los grupos parlamentarios con los que debería formar mayorías; con nadie parece
tener nivel alguno de interlocución. Bajo su liderazgo inexistente Asturias
está sin presupuestos y vivirá un año con respiración asistida.
Y debe ser por eso. En el guirigay
del PSOE todo el mundo está largando y poniendo las manos en columna y él hace
la que parece una jugada ganadora: no hacer nada, mientras los demás se
estresan diciendo y replicándose. No en balde una parte de su apoyo tiene la
motivación de cerrar el paso a tal o cual otro candidato que anda significándose
y poniendo la mano en la columna. Si consigue no hacer nada un poco más de
tiempo, será de verdad un candidato a tener en cuenta para enfrentarse a Rajoy.
Como digo, así están las cosas.
Tampoco hay que echarse las manos a
la cabeza. El peor enemigo de nuestros políticos es la hemeroteca, es decir, la
memoria. La mayor parte de los políticos tienen presente y futuro sólo en la
medida en que la sociedad sea amnésica, como es el caso de Rajoy; o en la
medida en que su pasado esté razonablemente despoblado, como es el caso de
Arias Cañete, que siempre fue más bien ruido de fondo. Por eso puede no ser
broma el futuro de Javier Fernández, nuestro hábil jugador del burro.
El problema es que muchas veces el
pasado y el futuro se nivelan. Un país amnésico, sin pasado, tiende a ser un
país sin futuro. Cuando tenemos una avería en la memoria del ordenador, cada
poco se colgará y es cuestión de tiempo que deje de funcionar. Un país con
pasado cronológico, pero sin memoria, es una máquina averiada que se nos cuelga
cada sí y cada no, como estamos viendo, y en riesgo real de colapso. Lo dicho.
Para alguien como Javier Fernández todo son señales positivas. Así están las
cosas.
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